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La hacienda Nueva Italia. Fundación y desarrollo 

 

Hacia 1909, la propiedad de la hacienda de Lombardía ya se encontraba en pleno apogeo, funcionando como una verdadera agroindustria que se valía de los adelantos tecnológicos disponibles para acelerar los procesos productivos. El vasto territorio, antaño abandonado, veía una prosperidad y un dinamismo inéditos y se había convertido en tierra de oportunidades para cientos de trabajadores que vivían del trabajo en el campo, o en las tareas técnicas requeridas para el funcionamiento del sistema de producción desarrollado en torno al cultivo de arroz.

 

Pero la colonización del árido territorio, no parecía suficiente para el visionario Dante Cusi, artífice de aquella transformación territorial. Su proyecto de expansión se posó sobre los Llanos de Antúnez, inmensa propiedad situada unos 20 km al sur de Lombardía. Eugenio y Ezio Cusi realizaron, a instancias de su padre, la valoración de los terrenos para determinar las posibilidades de explotación de la tierra y, sobretodo, si podían usar tecnologías similares a las empleadas para irrigar los campos de Lombardía. Después de la inspección, determinaron que las llanuras ofrecían tierras adecuadas para el cultivo de arroz, y que el acarreo de agua desde el Cupatizio-Marqués era un proyecto costoso pero factible (Cusi, 1955, pp. 119-120). Decididos a comprar y explotar esos terrenos, padre e hijos integraron legalmente, el 26 de junio de 1909,  la Sociedad Dante Cusi e Hijos, con el único objetivo de adquirir y explotar en común la propiedad en cuestión, de nombre Hacienda de El Capirio (Pureco, 2010, p.122).

 

La hacienda El Capirio era un extenso latifundio que comprendía 35 mil has en la planicie conocida desde época virreinal como los Llanos de Antúnez, entre los ríos Marqués y Tepalcatepec.  Desde 1897, esa propiedad pertenecía a la familia Velasco, originaria de La Piedad, Michoacán.  En 1910, la Sociedad Dante Cusi e Hijos tomó posesión de los terrenos mediante un contrato de compra-venta que estipulaba el pago de 275 mil pesos diferidos en varios pagos (Pureco, 2010, p. 135). La propiedad fue bautizada con el nombre de Nueva Italia, en remembranza al país de origen de los nuevos propietarios.

 

Una vez más, las facilidades otorgadas por el Estado mexicano fueron determinantes para el éxito de los proyectos de los italianos. En 1908, se creó la Caja de Préstamos para obras de Irrigación y Fomento a la Agricultura, S.A., que otorgó a la Sociedad Dante Cusi e hijos los recursos necesarios para adquirir los terrenos y financiar las obras de irrigación. En ese mismo año, el gobierno renovó y amplió a los Cusi la concesión de uso de las aguas del Cupatitzio, con lo que el suministro del líquido para los cultivos estaba asegurado  (Pureco, 2010, pp.119-120).

 

Al igual que el caso de Lombardía, el territorio de la antigua hacienda El Capirio- que según Barrett (1975a, p. 36) seguramente abarcada parte de un desaparecido poblado indígena del mismo nombre-, nunca había sido explotado para el cultivo y se encontraba casi abandonado: dispersas en el inmenso lugar habría unas veinte familias cuyas actividades productivas se limitaban a la cría de un poco de ganado y algunos cultivos de temporal, como el maíz. A falta de agua para el riego, la mayor parte de la tierra era inservible para labores agrícolas (Barrett, 1975a, p. 36). Como describe Cusi: “El rico llano era una extensa tierra de nadie…En los ocho meses de secas nadie se atrevía a atravesarlo sin llevar una buena ración de agua para beber. Se decía de más de uno que murió de sed por no haber llevado agua suficiente” (1955, p. 118).

 

El casco de la hacienda El Capirio se encontraba en un caserío de conocido por el nombre de “Ojo de Agua”, donde actualmente se encuentra la población de Nueva Italia. Por esta razón, algunas fuentes refieren el nombre la propiedad como la hacienda Ojo de Agua (ver Cusi, 1955; Barrett, 1975a; Glantz, 1974). Tal casco, no era para nada una opulenta edificación, sino que se trataba de una sencilla construcción de pocos cuartos, dos pequeñas bodegas y caballerizas (Cusi, 1955, p. 117). En ese entonces, los terrenos de la hacienda El Capirio pertenecían administrativamente al municipio de Parácuaro, lo que da cuenta de la jerarquía que por entonces tenía ese centro poblacional.

 

En cuanto estuvieron en posesión de los terrenos, los Cusi procedieron a su inmediata habilitación para el riego. Al igual que en el caso de Lombardía, la hacienda de Nueva Italia requería de grandes obras de ingeniería hidráulica para llevar el agua del río Cupatitzio- Marqués hasta la superficie del inmenso llano. Con esa finalidad, se construyó un nuevo canal que iniciaba a la altura de La Gallina, unos 10 km más al sur de donde iniciaba el canal de Lombardía. En ese punto, se construyó una pequeña represa con una profundidad no mayor a los dos metros, que contaba con compuertas para controlar la entrada de agua al canal previniendo las crecidas del río que son frecuentes en temporada de lluvias (Cusi, 1955, p. 121).

 

El nuevo canal atravesaba toda la llanura de Lombardía y para librar la barranca del Marqués, que separaba  los terrenos de esta hacienda de los de la Nueva Italia con una profundidad de 150 metros, se instaló un sifón de 600 metros de longitud construido con tubería de hierro de 1.25 metros de diámetro. Esta tubería era sostenida en el fondo del barranco por un gran puente de hierro que cruzaba el río (Cusi, 1955, p. 123).  En total, el canal medía cerca de 40 km de longitud, con una anchura de tres metros por 2.25 metros de alto, construido con cal y canto, y en algunos puntos se labró su curso sobre la propia pared rocosa del barranco. Además, a lo largo del trayecto, el agua del canal debía pasar por cuatros túneles construidos para ese, el más grande de ellos, tenía mil metros de largo y los otros  medía 200, 50 y 70 metros (Cusi, 1955, p.122). Fieles a su costumbre de aprovechar los adelantos tecnológicos para sus proyectos, la tubería para el sifón construido en el Marqués se mandó pedir a Europa y según Ezio Cusi, “era el más grande en su género en el país después del sifón de Charapendo” (1955, p. 127).

 

Aunque la tarea de construcción del canal de riego para la hacienda de Nueva Italia fue complicada, el hecho de contar con la mano de obra,  la experiencia y la maquinaría adquirida para Lombardía, unos años antes, facilitó un poco las cosas a los empresarios. De ninguna manera el proyecto podía resultar sencillo, por la magnitud del mismo, por las difíciles condiciones del terreno, sin contar que en ese momento el ferrocarril sólo llegaba hasta Uruapan, y desde ahí hasta la Tierra Caliente, la única manera de mover los materiales de construcción era o bien, a lomo de lomo, o por medio de carros que funcionaban con tracción animal.

 

Al tiempo que se construía el canal, se iniciaron también las obras para los canales secundarios que había de llevar el agua a la superficie destinada para el cultivo, la idea de los colonos era hacer la primera siembra de arroz lo antes posible. Se reconstruyó el antiguo casco, se levantaron los edificios para el molino de arroz, que se había pedido a Italia, almacenes, habitaciones, tienda y trastienda, panadería, rastro, caballerizas… (Cusi, 1955, p. 124-125).

 

Se instaló también una línea telefónica que comunicaba la hacienda de Úspero, el molino de Parácuaro, la hacienda de Lombardía y también la de Nueva Italia. El uso del teléfono tuvo gran utilidad para comunicar emergencias como crecidas de agua que podían afectar el  gran canal de riego, o avisar sobre la presencia de partidas de partidas de revolucionarios, federales o bandoleros, durante el largo período que siguió al estallido de la Revolución Mexicana de 1910 (Cusi, 1955, pp. 131, 138).

 

En 1910 el canal estuvo listo y la llegada de agua a los desérticos llanos de Antúnez fue todo un acontecimiento, “…cuando el agua a la entrada del sifón , estaba esperando mucha gente por el lado de Lombardía y otros por el lado de Nueva Italia […] También de los pueblos de Parácuaro y Apatzingán acudió gente…” (Cusi, 1955, p. 127). Una vez más, el territorio se transformaba gracias a la acción humana y los adelantos tecnológicos.

 

Todo el esfuerzo valió la pena: en 1911 se recogió la primera cosecha de arroz en Nueva Italia, que tuvo un rendimiento de 2,500 toneladas (Barrett, 1975ª, p.33)  Esta cantidad resulta aún más impactante si consideramos que antes de ese año en la propiedad ese cultivo era inexistente.

 

La naciente agroindustria también detonó el crecimiento demográfico del antaño despoblado territorio. En el censo de 1910, Nueva Italia ya contaba con una población de 800 habitantes (Pureco, 2008, p. 33), cifra considerable toda vez que hacía menos de un año se habían iniciado las labores de colonización.

 

Lo que sigue en la historia de la hacienda de Nueva Italia es un crecimiento constante en todos los ámbitos, que no fue interrumpido ni siquiera por el estallido del conflicto armado en 1910 y el subsiguiente período de incertidumbre que ralentizó el progreso del país. En 1915, cuando la nación mexicana vivía en ascuas a causa de la Revolución, la producción de arroz en Nueva Italia alcanzó las 6 mil toneladas (Cusi, 1954, p.134).

 

De igual manera, la infraestructura productiva y habitacional seguía creciendo. El molino de arroz, que no llegó hasta después de la primera cosecha, requirió la construcción de un amplio edificio; también se instalaron turbinas para, aprovechando la fuerza del agua, producir la energía eléctrica necesaria para el moderno molino, el alumbrado del caso y de las casa de los trabajadores, el molino de nixtamal, la fábrica de hielo y el refrigerador donde se guardaba la carne la carne para el consumo de los habitantes de la población. Se adquirió una innovadora secadora de arroz y se construyeron varios asoleaderos para quitar la humedad del grano que llegaba del campo. Año con año se construían más canales de riego para abrir nuevas tierras al cultivo. Una parte de los terrenos se dedicó al cultivo de pastos para alimentar la creciente cantidad de ganado, que a su vez servía para alimentar a los habitantes de la hacienda (Cusi, 1955, p. 131-133).

Se construyeron también casas para los peones que no dejaban de llegar a la nueva tierra de oportunidades; iglesia, consultorio médico, farmacia y escuela no podían faltar en la dinámica del pequeño pueblo; además de la tienda administrada por los dueños de la hacienda, también existían unas 25 o 30 tiendas de particulares (Barrett, 1975a, p.37).

 

La creciente producción de arroz llevó a los Cusi a proyectar la construcción de una línea de ferrocarril para mover la carga hacia Uruapan, ya que el transporte del producto por medio de atajos de arrieros resultaba largo y costoso: desde Nueva Italia eran cuatro días de camino y dos desde Lombardía.

 

Las obras de la ferrovía que uniese las dos haciendas se inició en 1912 y en 1914 la vía llegaba de Lombardía a Nueva Italia atravesado el barranco del Marqués por medio de un cable vía (Barrett, 1975a, p. 37). Los tramos de vía fueron comprados a Ferrocarriles Nacionales, al igual que las plataformas y furgones.  La locomotora maca Vogel fue importada de Alemania (Cusi, 1955, p. 157).

 

Fue muy breve el tiempo que estuvo en funcionamiento el ferrocarril entre ambas haciendas. El proyecto, que contemplaba la construcción de la ferrovía hasta Uruapan, tuvo que ser interrumpido a causa de la incursión de partidas revolucionarias que varias destruyeron las torres del cable. Por algunos años, funcionó solamente el tramo del Marqués a Lombardía, brindando un útil servicio en el acarreo de semillas y el intercambio de mercancías y materiales entre ambas haciendas (Cusi, 1955, p.158).

 

La principal actividad de las haciendas Cusi era el cultivo de arroz, así como su procesamiento en el molino hasta quedar sólo el grano pulido listo para la venta. No obstante, también se producían otros cultivos como el ajonjolí, el maíz y el limón. Este cítrico nunca había sido explotado a gran escala en la región, hasta que Ezio Cusi, sabiendo que en la zona había algunos limoneros dispersos que daban buena producción, decidió instalar algunas huertas en Nueva Italia.

 

Tres fueron las huertas de limón que se plantaron en Nueva Italia: Gámbara; Coróndiro y Huerta del Pará, que en total sumaban ochenta mil árboles (Cusi, 1955, p. 228). El producto de estas plantaciones era exportado a Estados Unidos y ascendía a 3,599 cajas anuales en 1938 (Pureco, 2010, p.181). Siempre innovando, los Cusi adquirieron en Sicilia Italia una máquina para extraer el aceite esencial de limón y poder aprovechar los frutos que estaban en condiciones de exportación, o en caso de que se los compradores cancelaran el pedido (Cusi, 1955, p. 229).

 

La población en Nueva Italia no dejó de crecer, al inicio de la década de 1930, el censó dio cuenta de 2,100 habitantes. A finales de la década, la cifra se había elevado hasta los 3,700 residentes (Pureco, 2008, p. 33). Ante la crisis provocada por los disturbios en el país, el productivo latifundio de los Cusi se había convertido en un polo de atracción para aquellos que buscaban un trabajo y un lugar donde pudieran llevar una vida tranquila al lado de sus familias.

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