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La ex hacienda de Nueva Italia: justificación de su valor como patrimonio industrial

 

A partir de la llegada de los Cusi al Valle del Marqués, en unas pocas décadas, el territorio, donde hoy se asienta Nueva Italia, experimentó una increíble transformación funcional y paisajística que dio lugar a la explosión económica y demográfica de la región. El origen de todo ello se remonta a la fundación de la hacienda, cuyos restos materiales se encuentran hoy abandonados y prácticamente el olvido, a pesar de ubicarse en pleno centro urbano. Gran parte de las construcciones se han dividido entre los propios ejidatarios; la infraestructura de riego ha caído en el olvido al ser reemplazada por sistemas más modernos. La maquinaria de producción como son molinos de arroz y de maíz, una máquina para extraer el aceite de limón, turbinas generadoras de energía eléctrica, maquinaria para el aserradero, la locomotora usada para transportar productos entre los diversos puntos de la propiedad, y muchos otros elementos que integraban el sistema productivo agrícola de las haciendas, han sido vendidos, abandonados a su suerte o, simplemente, han desaparecido sin mayor explicación.

 

El fenómeno de desarrollo agrícola iniciado por los Cusi en la Tierra Caliente de Michoacán no corresponde a un hecho aislado en el devenir del país, sino que es congruente con el período de mayor desarrollo de la industria en México, que ocurrió entre 1896 y 1906 al conjuntarse las condiciones más favorables para los empresarios: la unificación del mercado nacional gracias al ferrocarril, la desaparición de las aduanas internas, la introducción de la energía eléctrica, la aparición de sociedades anónimas y la consolidación de la red bancaria (Novelo, 2005, p. 44). Todo ello, auspiciado por el gobierno de Díaz con la finalidad de atraer la inversión extranjera al país.

 

Ese proceso industrializador significó para el país una nueva etapa de colonización que transformó el paisaje y los modos de vida; por ello, los vestigios de esa etapa constituyen una importante herencia respecto de los procesos de formación de la identidad cultural de los mexicanos (Novelo, 2005, p. 42).

 

Bajo esa perspectiva, los vestigios materiales del casco de la ex hacienda Nueva Italia constituyen la piedra angular del actual centro poblacional, por lo que forman parte de la memoria local y, al mismo tiempo, dan testimonio de un valor humano universal: el trabajo como motor del progreso.

 

De acuerdo con lo que establece la Carta de Nyzhni Tagil –en adelante, la Carta, documento clave en la preservación y estudio del Patrimonio Industrial- los vestigios relacionados con la industria deben ser preservados y estudiados como testimonio de un proceso histórico que ha transformado por completo la vida y modos de producción de la humanidad en su  conjunto (Icomos, 2003, p.2). A una escala local, eso es exactamente lo que representan los restos del núcleo de la ex hacienda Nueva Italia: son la memoria de la llegada de la modernización a la región.

 

Por lo anterior, la ex hacienda Nueva Italia debe ser considerada patrimonio en función del valor de evidencia que posee. De acuerdo con la Carta, las razones para proteger y conservar los elementos considerados patrimonio industrial radican en el valor universal que portan como evidencia de actividades de gran valor histórico. En el caso de Nueva Italia, como ya hemos señalado, el antiguo casco hacendario –junto con la obra material desarrollada por los Cusi– es testimonio de una época de gran crecimiento económico en la región; así como de la introducción de maquinaria y procesos de producción a gran escala nunca vistos en dicha parte del país muy innovadores para su época en el contexto nacional. Al mismo tiempo,  este caso demuestra cómo el empeño y la creatividad humana pueden superar cualquier obstáculo; incluso, convertir el desierto en una zona  altamente productiva.

 

Los bienes relacionados con la producción poseen también un valor social, ya que el patrimonio industrial, casi siempre concebido en términos de fábricas abandonadas y maquinaria oxidada, también conlleva un componente social ya que  la industria y el trabajo son parte de la vida de los hombres, mujeres y familias enteras, generando sentido de identidad y pertenencia. Una revisión a la historia y testimonios en torno a la antigua hacienda Cusi, demuestra que la fuerza motora de esta empresa fue siempre la familia, tanto el núcleo familiar de los propietarios, como cada una de las familias de los trabajadores que llegaron al lugar en busca de mejores oportunidades de vida. Cada trabajador, recibía, al ser aceptado como peón, una casa donde él y su familia podía residir, siempre y cuando el jefe de familia (en casos de viudez, también podía ser una mujer la jefa de familia) fuese constante en el cumplimiento de sus obligaciones laborales.

 

Los testimonios de personas que vivieron de cerca la dinámica de la vida cotidiana en esos años (antes de la expropiación y en los primeros años del ejido) describen que toda la familia participaba de alguna manera en los diversos trabajos que era necesario realizar, cada uno de acuerdo a sus posibilidades físicas. Así, el padre trabajaba en el campo; la madre, cocinaba para la familia y, en algunos casos, servía dentro del casco de la hacienda; los hijos varones, comenzaban haciendo pequeños trabajos desde la tierna edad de 10 años; las niñas, auxiliaban a su madre en las labores domésticas[1].

 

Se habla de valor científico como algo inseparable del patrimonio industrial puesto que la ciencia y la tecnología siempre han formado parte de la industria. La ex hacienda de Nueva Italia, más que el espacio arquitectónico como tal, es la culminación de todo un proceso tecnológico-científico, iniciado mucho antes de su fundación. Se puede ir tan lejos como el descubrimiento de la agricultura por el hombre hace miles de años, pero basta mencionar la proeza de ingeniería que fue necesario realizar a fin de poder llevar agua desde la barranca por la que transcurre el río del Marqués hasta las áridas llanuras donde los colonos lombardos establecieron su emporio. Aunado a ello, está también la utilización de maquinaria de alta tecnología para la época, a fin de facilitar el procesamiento de los productos agrícolas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vista del casco de la hacienda Nueva Italia en la época de los Cusi. Fuente: Archivo Cusi

 

 

 

En cuanto al valor estético, la Carta señala que la calidad y tipo de arquitectura son singulares frente a otro tipo de construcciones o espacios. El casco de la ex hacienda, a pesar de ser un edificio muy sencillo, sin ostentaciones arquitectónicas, demuestra la fusión de elementos constructivos modernos en su época, con el uso de materiales y técnicas de construcción locales, para dar lugar a una construcción sólida y funcional. Además, el tipo de arquitectura es única en la localidad y constituye un hito histórico y paisajístico al estar enclavado en medio del centro urbano y funcionar como referencia espacial entre la población.

 

En el caso de bienes del patrimonio industrial se debe recordar que las características que tienen son exclusivas del sitio mismo: fueron pensadas, creadas y desarrolladas para ese lugar en particular, con un objetivo también especial; es decir, se trata de valores intrínsecos. Evidentemente, todas las construcciones e infraestructuras que se conservan hasta el día de hoy en el otrora latifundio de los Cusi, fueron diseñadas y desarrolladas con un fin específico: facilitar el crecimiento  de la agroindustria implementada por los empresarios.

 

La Carta señala que la rareza, entendida como la supervivencia de procesos particulares, tipologías de sitios o paisajes, otorga un valor especial a los sitios industriales. En este sentido, los ejemplos tempranos o pioneros de desarrollo productivo poseen un valor especial. En este caso habría que considerar todo el entorno en que se localiza la ex hacienda y el circuito industrial del que forma parte,  efectivamente constituye un ejemplo adelantado de la ejecución de obras riego a gran escala en la región, que marcarían la pauta para el posterior desarrollo de la región.

 

Podemos también señalar dentro de dicha rareza las  formas de vida y trabajo -hoy desaparecidos- que vale la pena rescatar como parte de la historia y la memoria del lugar. Una aproximación al cultivo del arroz como se llevaba a cabo en esa época; el vocabulario empleado por los trabajadores en cada parte del proceso de cultivo; la división de las labores y los espacios dentro de la propiedad…El rescate de esos elementos otorgaría una especial significación al espacio material dándole un sentido de realidad y cercanía a la comunidad.

 

En vista del importante testimonio que representa la ex hacienda de Nueva Italia, se  debe considerar con carácter de urgente su rescate y conservación para las generaciones futuras; pero también pensando en los actuales habitantes de Nueva Italia, entre quienes, a través del conocimiento de la historia y funcionamiento de la  hacienda, se puede generar un reencuentro entre la sociedad y sus raíces, fortaleciendo así la identidad y los valores locales.

 

 

 

 

 

 

[1] Información derivada de una serie de entrevistas realizadas por la autora a descendientes de trabajadores de la hacienda. El trabajo de campo se realizó entre los meses de febrero y junio del 2013 en la localidad de Nueva Italia.

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